La educación prohibida |
En ocasiones hago incursiones por blogs o programas de televisión cuyas
ideas son radicalmente opuestas a las mías. Me esfuerzo por abrir mi mente a
otras opiniones, por comprender otros puntos de vista, otra forma de entender
la vida… En fin, que lo intento, pero nunca logro soportar más de cinco o diez
minutos de tortura. Supongo que tengo cierta rigidez mental, por ello me cuesta entender los infundados argumentos que
esgrimen para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Es diferente cuando me encuentro con trabajos como la película en clave
documental “La educación prohibida”. Estos me provocan emociones contradictorias. Por una parte disfruto con la sensibilidad e implicación de personas que entienden que una educación diferente es posible, y muestro mi
acuerdo sonriendo con complacencia ante las intervenciones afines a mi forma de entender y sentir la educación. Pero, no se puede pasar por alto, que faltan voces: faltan las familias, falta el verdadero sentir de los estudiantes y falta la opinión de docentes de la escuela pública.
Se trata de una visión alternativa, no tan innovadora como parece, ya que grandes pedagogos del siglo pasado preconizaron
estas ideas, aunque no terminen de calar en la práctica diaria de la
escuela tradicional. No cabe la menor duda de que la sociedad cambia a ritmo
vertiginoso mientras la escuela permanece más estancada e impermeable a
estos cambios.
Es obvio que estoy de acuerdo con muchas de las opiniones vertidas en la película, pero no habría estado de más mostrar al mundo que en la escuela pública también se realizan interesantes prácticas más acordes con los tiempos que corren que con esa escuela tradicional que llegan a caricaturizar en algunas de las secuencias.
Cierto es que todavía queda mucho por andar, y que todavía existe un reducto de escuela pública rancia que no cree en las reformas y que pretende acaparar el monopolio de la educación pero, por la red circulan infinidad de blogs de docentes que apuestan por una educación pública, libre, gratuita y de calidad. Docentes que de forma generosa invierten mucho de su tiempo libre en formación, en investigación y en acción, y sobre todo en compartir.
Quizás sea un grito, una invitación para que los
implicados nos declaremos de una vez por todas insumisos y comencemos a romper
las cadenas que nos atan para llevar nuevos aires a nuestras escuelas,
olvidándonos de la tiranía de los libros e incluso del currículum y dar paso a
nuestra imaginación, dejando fluir nuestras ideas y contagiando las ganas de hacer las cosas bien.